La huerta que suena a Diomedes
Diagonal al balcón de Ketty Álvarez, en el barrio Campo Valdés de Medellín, hay un Cámbulo y un Guayacán a los que no les caben las flores. El Guayacán, llamado Cañaguate en la costa norte colombiana, le recuerda las vías de su natal Cesar en las que estos árboles forman en los meses de enero y febrero unas autopistas tapizadas de flores amarillas. Para no sentirse lejos de su Valledupar del alma, Ketty pone en su celular un vallenato de Diomedes Díaz para empezar su rito de adoración.
En primer lugar se pone de rodillas para rendirle homenaje a esos seres llenos de vida que en algún momento serán los invitados de honor en su mesa: rábanos, apio, coles, tomates cherry, acelgas, tomillo, cilantro, menta, lechuga crespa y batavia. Ketty consiente sus verduras y plantas aromáticas con delicados movimientos en la tierra que las acoge, y posteriormente les echa agua con una pequeña regadera. Su huerta casera, alojada en dos canastas de plástico, la aprendió a cultivar en el Parque de los Deseos y la Casa de la Música de la Fundación EPM.
“La experiencia del curso de huertas caseras ha sido muy bonita porque los facilitadores tienen mucho conocimiento, además del que nos comparten las señoras mayores que tienen un manejo más profundo del tema. El año pasado hicimos una salida de campo a un vivero que tiene EPM en Santa Elena en la que nos capacitamos mucho y disfrutamos demasiado”.
Diomedes canta que “una hebra de cabello adorna mi cuerpo”, mientras Ketty habla de los beneficios de un pesticida natural elaborado con ají picante, agua y ajo, ideal para repeler las plagas de los cultivos. Asimismo, dice que para la próxima nos espera con un almuerzo compuesto por lengua en salsa con acelga, cilantro, hojas de apio, ensalada de lechuga, arroz de coco y un buen patacón ¡Ay ombe! Como diría Jorgito Celedón al cantarle al cañaguate.