El programa Ambiente para la Vida de EPM, operado por la Fundación EPM, nació en el 2019 como un mecanismo para estrechar los lazos de confianza entre la empresa y las comunidades aguas abajo del proyecto Hidroeléctrico Ituango. En un principio, Ituango, Valdivia, Tarazá, Cáceres, Caucasia y Nechí fueron los municipios en los que desarrollamos nuestro trabajo, y a finales de 2021 se amplió a los municipios de la zona de influencia del proyecto Ituango.
A principios de este año nuestros profesionales llegaron a la urbanización Villa Real, de Yarumal, para contarles a sus habitantes los avances de las obras del proyecto hidroeléctrico que generará el 17% de la energía del país ¡Nos encontramos con una historia maravillosa! Mary Luz Osorio López nos abrió la puerta de su casa, nos sentó en su sala y nos contó cómo el proyecto Ituango le cambió la vida, y de paso a toda su familia.
Ella hace parte de los 478 yarumaleños que trabajan en la obra. Mary Luz, con su conversación fluida y un par de hoyuelos que se dibujan en sus mejillas cada vez que sonríe, nos contó un relato que ella misma tituló: un sueño llamado Ituango.
Toda historia inicia con un “había una vez”. La de Mary Luz empieza así: Había una vez una madre soltera que mandó una hoja de vida para trabajar en el proyecto Ituango, poco después de haber terminado su bachillerato a los 36 años, porque quería forjarles un mejor futuro a sus cuatro hijos, sobre todo a los tres menores que aún vivían con ella. Llegó al proyecto el 26 de noviembre de 2015 para trabajar en el casino del campamento Villa Luz. Era una de las tres mujeres del grupo, compuesto por 60 personas que iniciaron labores ese mismo día en diversas áreas y frentes de trabajo. La fecha está alojada en lo más profundo de su corazón: “Esa mañana la sicóloga que nos estaba dando la inducción comenzó a decirnos que estábamos allá por nuestras familias, para darles un mejor futuro a nuestros hijos. Yo la escuchaba hablar y se me comenzó a mover todo por dentro. En ese momento ella se me acercó y me preguntó por qué estaba tan triste si debía estar feliz por ese camino que iniciaba. Yo con lágrimas en mis ojos le dije que ese mismo día se graduaría mi hija Fernanda del colegio y yo no podría estar. Ella me abrazó y terminamos llorando las dos”.
Mary Luz había renunciado a esa alegría consciente de que su sacrificio daría sus frutos, por eso valora tanto el apoyo recibido por sus hijos y por su mamá: doña Blanca, quien en ese momento le dijo: “pa adelante mija que usted allá va a lograr cosas importantes, yo me quedo con los muchachos”. Fue así como entre cubiertos, saleros, la barra tipo buffet y la limpieza de las mesas, Mary Luz inició su camino en el proyecto Ituango. A la vuelta de dos años salió una convocatoria del Sena para estudiar una técnica en asistencia administrativa, y ella se inscribió sin pensar en lo que se le venía. Las clases eran después de sus extenuantes jornadas de trabajo, porque para ese entonces había 11.000 personas trabajando en el proyecto a las que había que atender en los casinos. “Había noches en que dormía muy pocas horas por hacer los trabajos y pensaba que no iba a ser capaz, pero me decía que si otros podían yo también lo iba a lograr”.